miércoles, 15 de enero de 2014

Serie Notas de sociedad 04: QUE NINGUNA HAYA MUERTO EN VANO*


Verdaderamente inigualables son las cotas de perfección a las que han llegado las técnicas culinarias internacionales. Mas no solo del laboratorio han salido las mejores creaciones de nuestros chefs actuales, sino también de libros antiguos, de escuelas internacionales, de viajes alrededor del globo para conocer otras culturas y de profesionales reconocidos por su afán investigador. Una hermosa cualidad que debemos agradecer a estos eruditos del fogón, es que este afán investigador comience siempre por el producto una vez obtenido, pues de lo contrario, la sociedad, su arte y más nuestros estómagos se verían enfrentados al dantesco universo cuyo solo nombre provoca fiebres, pesadillas, vómitos: las granjas y mataderos. No permitamos que nuestros adalides del sabor se mezclen con el granjero que comprime a la cerda en jaulas ajustables, para que no pueda cambiar de postura ni durante el parto, ni durante la lactancia; no dejemos a estos visires del emplatado sospechar por un instante el tajo que abre en canal a la ternera viva cuando la pistola eléctrica resbala y no realiza enteramente su trabajo; que no vean tampoco sus fervorosos clientes, y público en general, la castración en serie, la inseminación forzada, la cesárea sin anestesia, la alimentación a embudo que lacera cada cinco horas el cuello de los patos. Patos, vacas, cerdos, pollos, ovejas… Hasta sus nombres son vulgares. Cómo podrían tener cabida en los delicados restaurantes que el europeo frecuenta cada noche.

*Alberto Chicote a los cocineros que se disponían a guisar unas pulardas.


Cristina Morano


martes, 7 de enero de 2014

Serie escritoras: 03 JEAN RHYS, ANCHO MAR DE LOS SARGAZOS




Aunque haya nacido salvaje, una chica dura
puede prosperar y encontrar el equilibrio
si pacta con el sistema.
Su nombre es entonces Jean Eyre,
le acompañan las tormentas y la redención del mundo.
Pero Jean Rhys se pregunta qué sucede
cuando una chica dura no pacta con el sistema.
Pensaba, horas y horas y horas.
Me sentí más audaz, más feliz, más libre.
Pero no me sentí más segura.
Antoinette, la primera señora de Rochester,
sale del caribe acompañada de sus muñecas vudús
y sus sirvientas criollas, mitad cocineras,
mitad sacerdotisas. La noche es una orquídea
salvaje en su sangre.
Quiere follar y correr por sus posesiones.
Su esposo (Inglaterra) la encierra en el castillo.
En lo más hondo del castillo negro
hay un armario que contiene un vestido rojo
flor de fuego, Cogí el vestido rojo y me lo puse
contra el cuerpo: –¿Me da aspecto de mujer
depravada y sin castidad?, pregunté.
Está loca, dice el esposo.
Antoinette solo saldrá de allí con el fuego y con la muerte.
Su carcelero será perdonado por Jean Eyre
(pronunciese "air" como el aire inglés,
tan leve es la presencia del "yo" en la pobre Jean)


Cristina Morano


viernes, 3 de enero de 2014

Serie Notas de sociedad: 03 MAMÁ PATA


MAMÁ PATA
En el parque urbano, las miradas estremecidas de admiración de los viandantes se centran en la joven madre que pasea a su retoño en el preceptivo carrito de bebé, estampado en tonos rosas y negros según la moda de la temporada. De vez en cuando, la maternal pareja es interrumpida por paseantes muy cercanos a la familia, que danse a conocer al resto de visitantes con aspavientos y grititos de reconocimiento. La especie humana se revela entonces como gran admiradora de la función maternal de sus individuos femeninos, y ejemplares de más edad animan a las jóvenes a embarazarse, asegurando que la maternidad es la experiencia más sofisticada con que puede soñarse desde niña. Acordados todos en este punto, se separan los amistosos personajes, no sin antes dejar paso respetuosamente a una pata negra y verde, seguida de cuatro patitos pardos tan minúsculos, que podemos certificar que ha pasado por el alumbramiento al mismo tiempo que la joven humana pero, qué duda cabe, con muchísimo más éxito. Una vez alejada la pata y sus patitos del centro de atención, los paseantes quedan silenciosos, levemente compungidos, como si de repente comprendieran que sus vidas hubieran consistido solo en actos animalescos, tales como reproducirse y comer y poco más. Y aun así, verse superados largamente por el ánade común. Qué villanía.

Cristina Morano

Sí al aborto libre y gratuito desde los doce años