miércoles, 15 de enero de 2014

Serie Notas de sociedad 04: QUE NINGUNA HAYA MUERTO EN VANO*


Verdaderamente inigualables son las cotas de perfección a las que han llegado las técnicas culinarias internacionales. Mas no solo del laboratorio han salido las mejores creaciones de nuestros chefs actuales, sino también de libros antiguos, de escuelas internacionales, de viajes alrededor del globo para conocer otras culturas y de profesionales reconocidos por su afán investigador. Una hermosa cualidad que debemos agradecer a estos eruditos del fogón, es que este afán investigador comience siempre por el producto una vez obtenido, pues de lo contrario, la sociedad, su arte y más nuestros estómagos se verían enfrentados al dantesco universo cuyo solo nombre provoca fiebres, pesadillas, vómitos: las granjas y mataderos. No permitamos que nuestros adalides del sabor se mezclen con el granjero que comprime a la cerda en jaulas ajustables, para que no pueda cambiar de postura ni durante el parto, ni durante la lactancia; no dejemos a estos visires del emplatado sospechar por un instante el tajo que abre en canal a la ternera viva cuando la pistola eléctrica resbala y no realiza enteramente su trabajo; que no vean tampoco sus fervorosos clientes, y público en general, la castración en serie, la inseminación forzada, la cesárea sin anestesia, la alimentación a embudo que lacera cada cinco horas el cuello de los patos. Patos, vacas, cerdos, pollos, ovejas… Hasta sus nombres son vulgares. Cómo podrían tener cabida en los delicados restaurantes que el europeo frecuenta cada noche.

*Alberto Chicote a los cocineros que se disponían a guisar unas pulardas.


Cristina Morano


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