MAMÁ PATA
En el parque urbano, las miradas
estremecidas de admiración de los viandantes se centran en la joven madre que
pasea a su retoño en el preceptivo carrito de bebé, estampado en tonos rosas y
negros según la moda de la temporada. De vez en cuando, la maternal pareja es
interrumpida por paseantes muy cercanos a la familia, que danse a conocer al
resto de visitantes con aspavientos y grititos de reconocimiento. La especie
humana se revela entonces como gran admiradora de la función maternal de sus
individuos femeninos, y ejemplares de más edad animan a las jóvenes a
embarazarse, asegurando que la maternidad es la experiencia más sofisticada con
que puede soñarse desde niña. Acordados todos en este punto, se separan los
amistosos personajes, no sin antes dejar paso respetuosamente a una pata negra
y verde, seguida de cuatro patitos pardos tan minúsculos, que podemos
certificar que ha pasado por el alumbramiento al mismo tiempo que la joven
humana pero, qué duda cabe, con muchísimo más éxito. Una vez alejada la pata y sus
patitos del centro de atención, los paseantes quedan silenciosos, levemente
compungidos, como si de repente comprendieran que sus vidas hubieran consistido
solo en actos animalescos, tales como reproducirse y comer y poco más. Y aun
así, verse superados largamente por el ánade común. Qué villanía.
Cristina Morano
Sí al aborto libre y gratuito desde los doce años
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